jueves, 10 de julio de 2008

El concepto de ausencia (17 de 27)

La aportación literaria de Juan Carlos Onetti tiene distintas vertientes.

Entre las más importantes se encuentra su concepto de ausencia, su visión de las tensiones humanas y sus reflexiones sobre la vigilia y la paciencia dentro del extraño modelo cultural posmoderno.

Onetti no es un novelista catastrófico pues no describe la ausencia como el destino final ni como el estado permanente del ser humano, sino como el requisito de trámite interior más importante para comprender y reconocer cuanto nos rodea.

Onetti no habla de la ausencia propia, sino de la partida de seres cercanos e importantes; de ausencias que normalmente cobran un alto tributo antes de convertirse en olvido.

Con inteligente ironía , a veces con sarcasmo, el escritor uruguayo desliza confesiones categóricas sobre su concepto de ruptura, ausencia y soledad.

Con muy generosa descripción de escenarios y personalidades, el nativo de Montevideo, célebre por El astillero, se mete en el corazón de un pueblo viejo para mostrar que los años no impiden alojar ilusiones.

Aunque brillante, Cuando ya no importe no es, desde luego, la mejor novela de Onetti ni la que lo convirtió en referencia obligada de la literatura hispanoamericana, pero sin duda es una narración intensa, reflexiva y armónica porque funde en palabras y signos el sentimiento de un hombre vivo que no puede mirar hacia atrás, porque los recuerdos lo muerden, ni hacia adelante, porque la desesperanza lo consume.
"Cuando ya no importe tu ausencia, será tarde para construir refugios, pero todavía temprano para prescindir de ellos".

La partida duele; es trance, brecha y compás que separan un pasado disuelto y un futuro indefinido. Es un colapso temporal, indudablemente doloroso, que lo empuja a elegir caminos distintos. "Buscaré un sendero estrecho, firme, ajeno, tuyo..."

En la interpretación literaria de Onetti, la ausencia es la versión extrema de la transición interior.
"Cuando ya no importe tu ausencia, empezaré a llamarte en las noches".
Paradójico, como todo lo genial. La ausencia es la entrada a un ámbito y a un momento en el que reinan el caos, la desconfianza y la desorientación. Empero, si no hubiera ausencia, la vida sería más plana y más escasas las oportunidades de encarar exigencias.

En la ausencia, la realidad humana sale de una etapa pretendidamente normal y se sumerge en una tensión fecunda que obliga a la persona a percibir la inmensa diferencia entre lo que es y lo que pretende ser; entre lo que el individuo quiere y lo que le conviene querer.

"Aunque ya no importe, sentiré tu espacio cada día más".
La frase de Onetti refleja que el sentimiento de vacío es la prueba suprema del espíritu. Como toda experiencia existencial, la ausencia tiene dos caras. Por un lado, es una contracción emocional que desequilibra y espanta, pero por otro, es el permiso que nos da nuestra miopía para definirnos nuevamente. La ausencia es aliciente cuando se asume, y arpón cuando no se digiere.

"Me cubrirá para siempre tu sombra".
En realidad, la ausencia no es más que un cambio de marcha dentro del mismo laberinto. Es una realidad inevitable, esporádica, ciclíca y de diferente magnitud. Es el velo de una nueva conciencia en la que sólo vale caminar de nuevo. No importa cuántas veces se repita la escena del mismo tropiezo: siempre hay que volver a intentar porque esa insistencia es un alivio prodigioso contra el húmedo letargo cotidiano.

Nuevamente aparece el extraño manejo del equilibrio y las distancias.
"Yo te hablaré cuando empiece a sentir que nunca volverás a este destierro de polvo y calina".
El miedo a las ausencias es la principal fuente de desequilibrio e inseguridad frente a las exigencias naturales de la vida interior. Temer a la ausencia es subversivo para la sana valoración de los demás y de uno mismo, pero por desgracia también es una tendencia común que pone al individuo en el filo de la peña y a merced del entorno.

La ausencia no lesiona al ser humano, sino el hecho de esconder el arabanda rostro ante ella, declinar, claudicar, negar y no querer seguir.
"Cuando ya no importe, me aferraré a la idea de verte cerca". Es cardinal conservar el temple para regresar de una ausencia; no para esperar que se restituya una presencia, sino para volver del viaje que significa la ilusión.

La distancia no es dañina. Lo peligroso está en hacer de ella un búsqueda idealizada de un pasado inexistente que nos hace sentir culpables de actos y omisiones. No tiene sentido añadir un dramatismo innecesario a la existencia. Después de todo, la ausencia sólo hiere cuando la envuelve una mentira.

"Mi única duda es tu destino. Lo demás no importa; lo demás es tu ausencia".

Cuando llegue la proxima noche, ensayo cotidiano de la ruptura final, y con su extenso grito de impaciente espera cobre su tributo de descanso imposible, ese hombre de expectativas cruzadas, horizontes angostos y miradas perdidas habrá dado un paso más hacia su destino ineludible: el de la ausencia infinita.

(Pablo Mijares)

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