viernes, 29 de agosto de 2008

A Ernesto

Querido Ernesto:

Primero que todo debo ofrecerte una muy sentida disculpa.
Sé que a tiempo pasado sería muy fácil descalificar las acciones que he tenido, y por algo supongo que de nueva cuenta preferiste retardar nuestro encuentro.

Y si me disculpo contigo es porque en verdad yo si tengo ganas de conocerte.
De hecho, la noticia de que llegarías me puso en un estado de embriaguez de alegría.
Mi ilusión tenía que ver con las ansías de finalmente cubrir una de las ambiciones más grandes que he tenido en la vida: estrecharte en mis brazos y convivir cotidianadamente.

El detalle es que cuando supe de la opción de tu llegada, la noticia se dio de una forma inesperada y en la que menos había idealizado. Fue una forma fría, en la que tu madre me dio simplemente el resultado en un sobre, el cual abrí para saber que era positiva la opción.

Tal vez no lo tengas nunca claro, pero la sola noticia de tu arribo causó un revuelo colosal en mi familia, en tu madre, en la familia de tu madre, y por supuesto, en mi existencia.

Pensando en que era inmimente tu llegada, tu madre y yo adelantamos planes, enfrentamos los cuestionamientos de nuestros entornos y decidimos que ya era el momento para estar por siempre juntos.

Tal vez sin la sospecha de tu noticia, no lo hubieramos hecho. Al menos no de manera tan decidida y rápida. Y es este punto el que creo que más debo agradecerte, pues tu inspiración hizo que tu madre y yo nos unieramos, primero, en una ilusión rosa y soñadora.

Luego, al saber que tu llegada se ha aplazado, nos sirvió para unirnos más, darnos apoyo mutuo y comprender que posiblemente decidiste aguardar un poco más debido que aún tienes dudas de nuestra capacidad para recibirte.

Y, sinceramente, no sé si estas en lo cierto.
Yo me sentía listo para recibirte.

Había alistado mi mente, alma y cuerpo para el sacrificio que significaría tu presencia cotidiana en mi vida, en mis gastos, en mis horarios, etc.

Estaba listo como hombre. Como adulto. Como persona. Como profesional.

Es por eso, querido Ernesto, que dondequiera que estes, que te manifiesto la certeza acerca mis deseos de encontrarnos pronto.

Tu existencia sé que me hará muy feliz y yo prometo hacer lo mismo para contigo.

Ya diste mucha alegría y cambiaste mucho el mundo de tu madre y el mío sin siqueira haber llegado.

Imagínate todo lo que harás cuando finalmente llegues.

Te mando un abrazo enorme. Muy grande.
Y, aunque no he llegado a abrazarte, ni sentir el calor de tus manos, el olor de tu piel ni tengo certeza de la profundidad de tus ojos, te manifiesto que te quiero mucho.

Hasta muy pronto, de corazón, lo espero....

viernes, 1 de agosto de 2008

Noches bajo tu encanto....

Nada se ha comparado al placer de amanecer al lado de ella. Estás hipnotizado, reducido a un robot que ha perdido la voluntad propia luego de saber cómo es su hedor tras el primer respiro del despertar.

Tu corazón ha sido el mayor beneficiado. El contacto de su sien con tu pecho tranquiliza tu lado izquierdo del alma, justo donde habita el motor que nutre de sangre tus venas y el amor por Yareni...

Y entonces comienza la guerra de los cuerpos...sensaciones máximas creadas por la magia de la obscuridad.
No deseas que amanezca, pero si que el sol anuncie el nuevo el crepúsculo y se haga la noche eterna.



Tu Cuerpo Está a Mi Lado

(Jaime Sabines)

Tu cuerpo está a mi lado
fácil, dulce, callado.
Tu cabeza en mi pecho se arrepiente
con los ojos cerrados
y yo te miro y fumo
y acaricio tu pelo enamorado.
Esta mortal ternura con que callo
te está abrazando a ti mientras yo tengo
inmóviles mis brazos.
Miro mi cuerpo, el muslo
en que descansa tu cansancio,
tu blando seno oculto y apretado
y el bajo y suave respirar de tu vientre
sin mis labios.
Te digo a media voz
cosas que invento a cada rato
y me pongo de veras triste y solo
y te beso como si fueras tu retrato.
Tú, sin hablar, me miras
y te aprietas a mí y haces tu llanto
sin lágrimas, sin ojos, sin espanto.
Y yo vuelvo a fumar, mientras las cosas
se ponen a escuchar lo que no hablamos.