Y su película preferida lleva por título "El lado obscuro del corazón", filmada por el director argentino Eliseo Subiela en 1992.
El Poncho recuerda que la vió por primera ocasión en su tiempo de estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, en una función llena hasta el tope.
Recuerda, también, que dos escenas le impactaron y marcaron mucho de su pensamiento en la vida: la primera, aquella en la que Oliverio, el protagonista, se saca el corazón, tras desnudarse frente a Ana, la prostituta de la que está enamorado, en pleno cabaret.
Oliverio extrae el corazón del pecho y se lo presenta a Ana íntegro. Aún palpitando.
La segunda es desarrollada por los mismos personajes y se les presenta en el acto amoroso, el cual llevan a un grado tal, que ambos se elevan, dejan la cama y vuelan por el firmamento estrellado de Montevideo.
Es ese el logro máximo de Oliverio: hallar a su modelo perfecto de mujer. "A la que vuela", como decía él mismo.
El guión de la película está salpicado, nutrido, alimentado, sustentado en poesía. En textos que el Subiela escogió y adaptó de manera impecable a los momentos de la trama, complementados con música que encaja perfectamente.
Textos de Mario Benedetti, Oliverio Girondo y Juan Gelman son citados, y los cuales se convirtieron en muchos de los favoritos de El Poncho.
Es por eso, que el administrador de este blog publicará muchos de ellos a lo largo de su existencia.
El estado de ánimo será quien dicte el orden de aparición.
Amor
Desamor
Alegría
Tristeza
Pasión
Despecho
En conjunto, los sentimientos que los nutren.
Espantapájaros 18
(Oliverio Girondo)
Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo. Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!