Considerada una de las mejores 40 novelas mexicanas de los últimos años, Alberto Ruy Sánchez escribió lo que para El Poncho podría ser el modelo perfecto de historia.
No se trata de que sea impecable en su técnica narrativa.
No se trata de que haya creado un nuevo estilo literario.
Está lejos de ganar algún reconocimiento internacional.
Se trata simplemente de una historia de amor, con los mejores ingredientes que la pueden nutrir: fantasía, romanticismo, sensualidad.
Jassiba, ante la insensibilidad de su amante, decide imponerle un reto: sólo volverán a hacer el amor cada vez que él venga a contarle un nuevo jardín de la ciudad.
El problema es que en Modagor, ciudad en la que habitan, no hay más jardines que el de ella, por lo que él tendrá que descubrirlos donde no son evidentes y le estará prohibido inventarlos.
La trama encuentra una serie de puntos climáticos: aquellos en los que el amante le relata a Jassiba cómo son esos jardines.
Aquí, el primero de ellos...
EL PARAÍSO EN LA MANO
Así quisiera yo trazaren tu piel, Jassiba, la geometría secreta de nuestro paraíso.
Una figura que sólo tú pudieras ver y descifrar en un lenguaje inventado por nuestros cuerpos.
Las líneas y las formas que nunca permitirían que se te olvidara cada sensación que tuvimos como amantes.
Quiero ser en tu piel la línea escrita de la felicidad.
Marcarte con la huella fugaz de mis dedos cuando te acarician, con la tinta invisible de mi saliva recorriéndote.
Con la traza que dejan mis ojos cuando te miran muy a fondo en el rostro o en las piernas.
Quisiera ser la jena que te cubre y que viene de ese lugar fuera del mundo que por un instante compartimos.
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